“Mi verdad es servir a los demás”

María Teresa Aisa Frago fue monja durante 23 años. Estuvo en Turquía y Ruanda, acompañando en el dolor a enfermos y huérfanos. Ahora asiste a pacientes con Alzheimer. Dedicada a servir a otros, se ha sentido como un grano de arena en el  desierto, pero se despierta con alegría y está agarrada a su convicción, a su tranquilidad de conciencia.

A los 20 años entré en el seminario. Tenía un tío misionero y lo que él hacía me llamaba la atención. Yo quería experiencia en servicio con gente pobre. Eso lo tuve claro desde que era muy joven. Sucedió que por esos días escuché una canción que todavía recuerdo. Se llamaba `Haré de mi vida un sí´. La entendí como una llamada.  

Nací en Uncastillo (Zaragoza). La vocación religiosa me toca porque vine al mundo en un pueblo de costumbres católicas arraigadas. Fue algo muy natural. Tomé unos votos de pobreza, castidad, obediencia y servicio a los pobres que eran renovables, no perpetuos.

Primero trabajé con niños con discapacidades en Teruel y con ancianos en Zaragoza. Cuando llegó el momento de ir a misiones estuve en tiempo en París, aprendiendo francés. Luego, ya estaba disponible para que me enviaran donde fuera necesario. Mi primer destino fue Estambul (Turquía), en un hospital de origen francés. Allí pasé nueve años. Cada tres, venía a España a ver a la familia. 

Después de cumplir los 40 años empecé a hacerme un cuestionamiento personal y comunitario. Estaba replanteándome las cosas. Llega una etapa en la que crees que hay que vivir de una forma más firme, en que piensas que hay que ser de verdad. Ese momento había llegado para mí. Me retiré de la congregación.

Era el año 1994 y en Ruanda acababa de ocurrir el genocidio que cobró la vida de más de un millón de personas. Surgió la necesidad de asistir a un campo de refugiados de niños organizado por la Cruz Roja Internacional y la Cruz Roja Española. Necesitaban gente. Yo estaba en mi casa, me propusieron ir e inmediatamente dije que sí.

Tuve suerte de estar allí. Fue una experiencia dura, tremenda. Aprendí que la guerra es una inutilidad total, que lo único que hace es hacer sufrir a la gente, enriquecer a otros con la venta de armas y dejar una sociedad sembrada de desolación. Esos niños que habían perdido a sus familias en las masacres, fueran de un bando o de otro, me enseñaron muchísimo. No tenían absolutamente nada. Verlos sonreír de nuevo costó muchísimo.

Recuerdo los cadáveres en las cunetas, la imágenes escalofriantes, esos rostros perdidos, tantísima miseria…Fue una experiencia enriquecedora. Vivirla en ese momento de mi vida me enseñó que lo que sucedía en Ruanda era más importante que cualquier otra cosa. Me dejó una huella personal. Sentía muchísima impotencia. Lo que más me dolía era no poder hacer más, ser solo un granito de arena en un desierto inmenso. Lloraba por no poder remediar tanto dolor.

En Ruanda entendí que se puede vivir con muy poco. Me fui preparada, incluso con unos ahorros y al volver tenía la misma cantidad. Era un lugar donde el dinero no servía para nada. Eramos 8 voluntarios, estábamos en una comunidad muy pequeña, teníamos apenas lo básico. Pero salía a lavarme la boca en la puerta de la calle, como todo el mundo y me daba cuenta que necesitaba muy poco para sentirme bien. Lo único que tenía que hacer era darme de lleno a la gente.

La vocación de servicio tiene que ver con querer dar o por lo menos intentar dar. Eso lo he experimentado en todas la etapas de mi vida. Eso es lo mas grande que he aprendido. Por supuesto, he tenido mis fallos y mis debilidades, pero el servicio y los pobres me han enseñado a replantearme las cosas en mi propia vida. Además, tengo conciencia de cristiana y sé que voy a ser juzgada por el amor que haya dado.

Intento venir cada día renovada a mi trabajo. Por la mañana, al levantarme, visualizo la ayuda que voy a brindar. Luego, por la tarde, intento recapacitar sobre lo que no he hecho bien. Mi idea de felicidad es estar bien conmigo misma y si lo estoy, creo que la gente a mi alrededor también lo estará. Pienso que cada persona tiene que procurarse eso: la paz de su conciencia.

A mis pacientes, a la gente que cuido, trato de darles mi profesionalidad y mi vocación cristiana y de auxiliar. También procuro darles mi sonrisa, mis palabras e intento algo que siempre me resulta muy difícil: escuchar. A veces ellos quieren decir cosas y no las oímos porque vamos con prisa, porque falta tiempo, porque tenemos una programación.

Del mundo me preocupan la mentira y la hipocresía: estamos en un punto en el que todo vale, en el que no pasa nada si alguien hace una barbaridad. Se sale de misa para seguir mintiendo o robando. Veo apariencia, pocos valores, un pesimismo muy grande, agresividad, exasperación y mucho inconformismo.

No siento que tengo ninguna posesión, ni aspiro a grandes cosas a nivel material. Lo que tengo me conforma. A lo que estoy agarrada es a mis propias ideas, a lo que he vivido, a lo que creo que es mi verdad. A eso estoy agarrada. 

Un paciente con Alzheimer me enseña dulzura, resignación y entrega. También aprendo del familiar y me conmueve su dolor frente al ser querido que no le reconoce. Yo he trabajado en oncología y sé que el cáncer es terrible. Pero el Alzheimer, que te hace perder la memoria, el registro de tu vida, impacta de una forma diferente. Es una de las enfermedades más tristes que hay.

Trabajar con personas mayores me hace pensar en la muerte, porque hoy están y mañana han fallecido. Prestaré servicio hasta el final. Siempre estaré haciendo algo que ayude a los demás. Soy consciente de que yo me lanzo, a lo que sea.

Mi gran logro es haber llegado hasta aquí. Haber tomado decisiones importantes como salir de monja y decidir compartir la vida con Eduardo, mi marido, hasta que Dios lo quiera. La vida es un misterio y hay que aceptar lo que vaya trayendo con alegría. Sin ese ingrediente la existencia no tiene sentido.

De los pobres y de mis pacientes lo he recibido todo. Ellos me han evangelizado y cuestionado en las cosas más importantes de mi vida. Sin duda me han dado muchísimo más de lo que yo he dado a ellos”.

Marzo, 2012


Etiquetado ,

Deja un comentario